lunes, 23 de noviembre de 2009


MARIAN RAMÉNTOL

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EN SU HONOR ME HICE POETA DE AUTOBÚS

.........................A José Mª Pinilla Ballesteros

El tizne del carbonero, su barba
y los sueños que pasan sin hacer ruido,
resumen los colores de la tarde
en cataratas de verbos que se van
dolorosos, sobre la caricia de los ojos.

Las flores olvidan, nosotros también.
Sin embargo el horizonte lleva en la frente
el ácido desaguado sobre las sílabas
de un idioma tan antiguo, tan silencio,
que siempre se acuerda de nombrarnos.
Es amable a pesar de su dislexia
y del ruido de todas las miradas.

En su honor me hice poeta de autobús,
caza-porterías donde la poesía duerme la última
borrachera antes de despertar a Dios,
porque siempre he sabido que los besos
duermen demasiado deprisa,
sus pechos bombean el vacío
a la espera de la casualidad de un hombro,
de la oportunidad de un mar entero, abriendo su carne
de lágrimas calcinadas a la lluvia, al pájaro,
al pez entre suspiros de un cielo asustado.

Y ahora tan sólo me queda un minuto para seguir muriendo
antes de que el despertador derrote a mi suerte.
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Marian Raméntol
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PUEDO VENCERTE, DICIÉNDOTE SOLO A MEDIAS.

..................Recuerda que tú existes tan sólo en este libro.
.............................................Luis García Montero


Puedo asesinarte
cauterizar el borde de esta página,
poner en la punta de mi incendio
el ascensor de tu tristeza
y bajarte con cuidado al accidente de mis dedos,
eso te destrozaría.

No sería difícil imaginar tu tumba,
tu último disparo volviendo borracho de una estrofa,
quizá del propio corazón del poemario al que te anclas,
pero recuerda que yo fui soldado antes que tú
y que conozco bien el límite del océano
y la vacante promesa de las olas,
el retroceso de los sueños en el hombro,
y la oración de unos ojos ya vencidos.

Puedo abrazarte en el fondo de un vaso
y dejarte sobre el hielo, sin heroicidades,
sin la compañía de cisnes, ladrones, lunas o tejados,
sin más prisa que la indigencia moral del impulso,
siendo tú el único pellizco real del libro
al que le has vendido la vida.

Nadie impide que te odie
cuando te vistes de pétalo, con la lucidez
de primaveras de esparto
suspendida en un cielo inexistente.
Te odio más
cuando te escondes en la prisa de un mal verso,
y no hablas, bombardeas
la soledad de una lágrima.

Juro que puedo detonar tu geografía,
hacer de tus vísceras un big bang del ingenio,
hacer que flotes sobre el barro del poema,
o que pida la palabra tu fracaso, la vanidad de tu luz
inclinada sobre el puerto.

Puedo vencerte, te lo aseguro,
diciéndote sólo a medias, como un olvido necesario.
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Marian Raméntol
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Nota de la Autora: Ambos poemas pertenecen a una nueva antología del grupo Poético Laie (Barcelona) que tras la muerte de nuestro compañero, poeta y editor, José María Pinilla, no llegó a ver la luz. Agradezco a Oasis de Palabras la oportunidad de mostrarlos ahora como homenaje póstumo personal a quien mantuvo siempre un compromiso inquebrantable para con la poesía.

martes, 3 de noviembre de 2009


MANUEL MARTÍNEZ BARCIA

*
SECUENCIAS DE LLUVIA

I

Pudo ser agua la gota en el tiempo,
y llegar aún más lejos
de lo que nunca podría imaginar

Fue al principio un sueño

Luego un paisaje en su mismo origen
mojado por la lluvia

Y la lluvia fue del mar
como sangre en la nieve,
que arde en el origen
de la nada fluyente
y en su seno amanece

Una lágrima de mar,
tomó del agua la sal
antes de ser herida
que naufraga en su herida,

y añora la corriente en que regresa
el goteo del agua a su memoria;

mientras siente la sed en la distancia,

aquella humedad que nunca se olvida
de otra existencia en el mundo inicial,

como la nostalgia que moja los pies
con caricias venidas de la lluvia.


II

Dichoso el mar que abandona su seno
y acaricia la cima
de espuma adolescente

Entonces, sí. La sal era sencilla,
con los pies de agua y ojos de luz,
que de cielos inmóviles se adueña
y sus jardines de sol

Triste es la desnudez del grito de la sed
de la lluvia que llora
abrazada a su fría soledad

Se desangra la nieve
cuando el deseo se rinde al silencio
en los márgenes ignotos del querer

Y también mueren las olas más altas,
fascinadas por la furia desmedida
de su propia plenitud.


III

No hay lugar para el juego de la lluvia
en las horas psicodélicas del mar

Se está quemando el agua,
y arde su memoria en la luz mojada
que tras la rebelión de los espejos
sucumbe en su espectro frío y ciego

Y no cesa de llover
en el caos de la demencia de la sal
esposada al furor del que se nutre
mientras fluye el espíritu de la sed

Gemidos bajo gotas de utopía
galopan a caballo de la espuma
que liberan la etnia de las olas
de su tan alucinógeno trance

Y sin música ácida en el alma
se asieron a las manos de la nieve
manantiales de humedad
que lavan las cenizas de la sangre

Y la tenaz insistencia del agua
sólo reclama las huellas desnudas
olvidadas en su propia orfandad.


IV

Cede el agua mientras callan las sombras
en el himno a la emoción,
donde la luz se desmaya en su eco
y encienden los oasis sus fronteras

No hay ruido, no hay dolor
en el temblor del miedo a la soledad
del último latido que agoniza;

sólo soplos eternos
de suspiros en las gotas de la muerte
que pueblan vida y sangran el vientre
en el umbral de los signos vacíos
que sonríen al partir.


V

Y después de las lluvias torrenciales,
en el mar que también tiene jardines,
se acentúa el aroma de la hierba
suspendida en las tibias moléculas
del agua que se esposa a su grandeza

Y en ella se respira
el aire de los sueños misteriosos
que se funden en vientos de sí mismos,

y evocan la presencia de fantasmas
que desvanecen en golpes de espuma
los gestos de la ira,

que ya no tiembla; se aclara, y muestra
la calma de los cielos inmóviles
y paz en el origen de la furia.


Manuel Martínez Barcia


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PÁJAROS DE LUZ

Dictado por la noche,
viaja el fuego en crepúsculos de nieve.
Es tan sólo el paisaje del invierno
arbolado en las sombras de sus llamas

A tientas en lo oscuro que fluía,
dos formas misteriosas sin sustento en su raíz
emergen de la bruma

Eran pájaros de luz,
traían en sus alas las claves del enigma,
los signos del silencio
de aquello que allí existe y nunca vemos

Luego llegaron
miradas invisibles,
caricias en mi piel hecha de sueños,
y besos que traspasan laberintos,

y estrellas que se apagan y se encienden
en tu cuerpo de diosa.


Manuel Martínez Barcia